A menudo, cuando vemos las noticias o leemos la sección de política en los periódicos, asoma a nuestros labios una sonrisa a veces maliciosa, otras, decepcionada –el conocido “reír para no llorar”- , que muestra nuestra indiferencia ante estas cuestiones. Algo así como la que produce observar una caricatura: entre la risa y la pena.
Pero quizá indiferencia no es la palabra que mejor define nuestra actitud, sino impotencia, resignación al absurdo de nuestra clase política, a lo injusto y a lo que según creemos no podemos cambiar.
¿Qué ha provocado esta decepción generalizada? ¿Qué ha hecho que en Cataluña no se hable de otra cosa que del “cabreo catalán”? Existe una idea generalizada, que se ha extendido gracias a los medios de comunicación, de que en nuestra comunidad somos todos unos independentistas convencidos y lo único que queremos es separarnos de España para siempre y desarrollar nuestro popularmente aclamado Estatut.
No está de más recordar que esa aclamación popular sólo estuvo respaldada por un treinta y pico por ciento, de menos de la mitad de la población que votó. ¿Esto qué indica? En mi opinión, indica indiferencia, pasotismo y hastío…
Aunque ese treinta y pico por ciento sea muy respetable, lo que vengo a decir es que la mayoría no estaba interesada como no lo está en la mitad de temas que ocupan los debates de la actualidad, generados por los políticos, pero difundidos gracias a los medios de comunicación. El problema es que lo más normal es que nos preocupe y nos interese sólo lo que sabemos, es decir, lo que nos comunican los medios. Y de lo demás… nadie se entera. Por lo tanto si lo que nos comunican no nos interesa, ¡qué le vamos a hacer! ¡Pasar!
¿Para qué vamos a votar algo que no nos interesa pero será igualmente tema de preocupación política y por lo tanto saldrá adelante sin necesidad de nuestra aprobación? ¿A esto se le llama democracia? ¿Se puede llamar democracia a un sistema donde acaba gobernando el menos votado? ¿A un sistema dónde imponen asignaturas que propugnan ideologías dogmáticas y partidistas y donde la objeción de conciencia no se reconoce? Extraño concepto...
Pero volviendo a la pregunta que quería plantear ¿Qué hace que los debates actuales sean sobre temas que parecen sólo interesar a la clase política y hastiar al resto de la población?
Y la respuesta como no se halla en nuestra querida, pero viciada profesión. Creo que hace falta un retorno al interés. Debemos, como ciudadanos hacer valer nuestros derechos y luchar por ellos. Esto implica también ser responsables de nuestros deberes, que en lo que a política se refiere, consiste en votar y consiste en hacer oír nuestra voz, utilizando todos los medios a nuestro alcance, siendo nosotros mismos creadores del debate.
"Lo único que es necesario para que el mal triunfe es que los hombres de bien no hagan nada". (Edmund Burke)
Pero quizá indiferencia no es la palabra que mejor define nuestra actitud, sino impotencia, resignación al absurdo de nuestra clase política, a lo injusto y a lo que según creemos no podemos cambiar.
¿Qué ha provocado esta decepción generalizada? ¿Qué ha hecho que en Cataluña no se hable de otra cosa que del “cabreo catalán”? Existe una idea generalizada, que se ha extendido gracias a los medios de comunicación, de que en nuestra comunidad somos todos unos independentistas convencidos y lo único que queremos es separarnos de España para siempre y desarrollar nuestro popularmente aclamado Estatut.
No está de más recordar que esa aclamación popular sólo estuvo respaldada por un treinta y pico por ciento, de menos de la mitad de la población que votó. ¿Esto qué indica? En mi opinión, indica indiferencia, pasotismo y hastío…
Aunque ese treinta y pico por ciento sea muy respetable, lo que vengo a decir es que la mayoría no estaba interesada como no lo está en la mitad de temas que ocupan los debates de la actualidad, generados por los políticos, pero difundidos gracias a los medios de comunicación. El problema es que lo más normal es que nos preocupe y nos interese sólo lo que sabemos, es decir, lo que nos comunican los medios. Y de lo demás… nadie se entera. Por lo tanto si lo que nos comunican no nos interesa, ¡qué le vamos a hacer! ¡Pasar!
¿Para qué vamos a votar algo que no nos interesa pero será igualmente tema de preocupación política y por lo tanto saldrá adelante sin necesidad de nuestra aprobación? ¿A esto se le llama democracia? ¿Se puede llamar democracia a un sistema donde acaba gobernando el menos votado? ¿A un sistema dónde imponen asignaturas que propugnan ideologías dogmáticas y partidistas y donde la objeción de conciencia no se reconoce? Extraño concepto...
Pero volviendo a la pregunta que quería plantear ¿Qué hace que los debates actuales sean sobre temas que parecen sólo interesar a la clase política y hastiar al resto de la población?
Y la respuesta como no se halla en nuestra querida, pero viciada profesión. Creo que hace falta un retorno al interés. Debemos, como ciudadanos hacer valer nuestros derechos y luchar por ellos. Esto implica también ser responsables de nuestros deberes, que en lo que a política se refiere, consiste en votar y consiste en hacer oír nuestra voz, utilizando todos los medios a nuestro alcance, siendo nosotros mismos creadores del debate.
"Lo único que es necesario para que el mal triunfe es que los hombres de bien no hagan nada". (Edmund Burke)